Vuelvo a casa caminando de puntillas, no vaya a ser que se despierten los poetas.

15 nov 2013

Trenes de mudanza

Esta mañana me he mirado al espejo,
me he visto cara de hoy-tampoco-vuelve
y me he hecho el mejor desayuno
del mundo.

Ha sonado música todo el día.
Ha sido como un abrazo infinito y sanador.
Sin brazos,
pero con guitarra y batería, que a veces estrujan mejor.
Me ha abarcado todo el cuerpo;
lo único malo ha sido
que no le he podido tocar el culo
mientras apoyaba la cabeza en mi hombro.

Pero quién quiere tocar culos
cuando puedes saltar en el sofá
haciéndole los coros
a Johnny Cash.

Móvil apagado.
Televisión apagada.
Corazón apagado.

Sonrisa encendida,
compitiendo con el letrero
del restaurante chino
y con la luna que se metía él en el bolsillo
cuando se nos hacía de día cantando besos
o volviendo de los jardines donde nos habíamos colado.

Me he asomado por la ventana
y las cortinas se han acercado por detrás
rozándome la espalda como solía hacer él
cuando era el mejor.
Era el mejor.
El mejor de todos.

Ahora
con los pocos ahorros
de corazón que tengo
voy a alquilar noches de rock and roll solitario
que me lleven a ciudades
donde las carreteras señalicen mejor los baches.

Necesito veinte trenes de mudanza
para llenarlos
con los besos,
las gotas de lluvia,
las calles del centro,
las noches,
los bancos de la plaza,
los horarios de autobús
de verano.
Y que descarrilen en el precipicio
más hermoso al que se puede arrojar el amor.

2 comentarios:

Rafael dijo...

Mudanza inmaterial donde "suena la música" de los sentidos y la vida.
Un abrazo.

Mária dijo...

Es curioso como a veces algo invisible nos hace percibir sensaciones que no están, nos hacen creer que van a volver. Que va a volver.
Se congela la esperanza en www.albordedetucama.blogspot.com
M.