Vuelvo a casa caminando de puntillas, no vaya a ser que se despierten los poetas.

31 may 2013

Salvándome la noche y la vida

Suena tu guitarra,
y es como un beso.
Un beso en cada uno de mis sentidos,
en cada rincón de mi poesía.

Un beso con lengua, acordes
y mirada a la chica que sujeta una cámara en primera fila.

Pecados y redenciones en el mismo bar.

Fin del concierto;
abrazas una cerveza sin saber que en cada trago
te bebes un pedazo de mi corazón.
Y una sílaba de este poema.

Hay que saber cuándo apoyarse en la barra;
es un tren en marcha,
hay que estar atento al pasajero con
el equipaje más bonito y pedir
justo a tiempo
dos copas más. De lo mismo.
Ahí estás tú de maquinista, salvándome la noche
y la vida
con las gafas de sol en la mano.

Héroe de bares y madrugadas
te llaman algunos.
Héroe de mis madrugadas
matizo yo.

Las calles nos llevan al sur,
el norte no lo hemos encontrado todavía
desde que lo perdimos un verano
cuando jugábamos a ser adultos frente al mar y fracasamos.

Qué fracaso tan bello.

En tu piso cabe más de una vuelta al mundo.
Con vistas increíbles a tu piel,
a la piel contra piel,
al tacto hecho conversación.

Mezclaremos la luna con las ganas.
Nos quedaremos afónicos.
En el último golpe de suerte saltaremos al vacío
lleno de melodía y cervezas.
En esta azotea es verano,
pero en tu boca todavía queda primavera.

29 may 2013

Amantes sin vocación

Se nos rompen los platos,
los vasos
y los corazones.

Deliramos,
besamos
y no pedimos perdón.

Caminamos por la calle sin mirar a los ojos
a las personas que nos cruzamos,
y eso no tiene sentido;
es como secar el vaso antes de llenarlo de agua.

Amantes sin vocación.

Nos dejamos llevar, saltamos de latido en latido,
de canción en canción.
Cambiamos de estación,
nos pasamos de parada,
ésta no es mi primavera,
a éste tren le faltan flores y pasajeros con guitarra.

Comemos,
no me gusta el mantel de cuadros,
es una ropa interior horrible para ésta mesa
con dos tenedores y una botella de vino.

Miro el móvil,
hoy no va a llamar,
ni en lo que queda de vida.

Qué incómoda es la soledad cuando necesitas que alguien te rasque la espalda.

Han cambiado la cerradura del cajón de los sueños,
pero a mí siempre me ha gustado guiñar un ojo
y mirar por el hueco de la llave.

Nos queda piel para otro asalto.
Nos queda café y algún verso escondido en la manga.
Nos quedan gritos y conciertos.
Nos queda rebeldía para rato.

Volar no es sólo desplegar las alas.
Volar también es mirarte encender cigarrillos,
y sin despegarme del suelo, créeme, llego a lo más alto.
Desde aquí abajo tengo las mejores vistas.

25 may 2013

La cara bonita de la noche se vive en los bares

Todos los amaneceres tienen un poco de primavera,
aunque lo único que florezca sean bostezos
y ganas de que alguien haga café
sólo para que puedas olerlo.

A mí no vengas hablándome de amor
a las cuatro de la madrugada,
porque yo no entiendo de soldar corazones
ni de dormir con un brazo sobre la espalda
de otro ser humano.

La cara bonita de la noche se vive
en los bares
y en las calles de este paraíso donde te encontré
despeinado
y con gintonic en la lengua.

El asfalto sí que sabe de corazones rojos
las veces que caminas descalzo pidiéndole al verano
que se de prisa.

Tengo que decirle al Mediterráneo que sus aguas
sólo son mis favoritas cuando tú te bañas en ellas.
Qué manera de dejarme muda;
qué manera de buscarme el amor y la sonrisa del alma.

Juegas sucio utilizando esas armas:
tu barba me mata,
y morir jamás me había resultado tan delicioso.

El sol, que ya pensaba que tendría tu piel
para él solo,
se ha calzado sus mejores rayos y nos araña con fuerza las espaldas.

Sábanas blancas,
remanso de paz compartida,
escenario donde bailan pulseras y ropas arrancadas.

El deseo no entiende de alta costura.

Mi granito de arena es ésta playa atardecida
que quiere convertirse en poesía,
pero no sabe cómo terminar el primer verso
porque se ha esfumado tu garganta
y no hay donde hundir la pluma.

23 may 2013

Sexto piso

Persianas medio bajadas
o medio subidas;
esto es como con los vasos: da igual mientras no te 
cortes los labios al beber, o mientras tus amigos no te lo empujen
cuando estés bebiendo.
Da igual mientras el sol no te de en los ojos.

Tú, que sólo existes cuando
estás desnudo en la cama
de tu sexto piso en mi ciudad. Y yo encima.

Lo de echar de menos lo inventó un poeta
sin musa
y sin hielo para el vaso de whisky.
-Pero no le hagáis caso-.

Qué putada que a mí sólo me guste el agua
que no hay en tu nevera.

Quieres sol en la piel,
pero lo que necesitas son besos y arañazos involuntarios
con la correa de un reloj.

No puedes quejarte de que ya
no hacemos nada juntos,
porque fracasar cogidos de la mano
se nos da de puta madre.

Ha vuelto el sol para salvarme;
ha dado en el clavo,
ha elegido el mejor momento: justo cuando he terminado
de apagar la estufa de tu cuello.

Vas de tren en tren,
de avión en avión.
Y una rubia en cada puerto.

Y desde cualquier puerto o cama me llamas
de madrugada susurrándome que me lance de cabeza
sin tener en cuenta los ombligos de otras damas.
Pero yo de cabeza sólo me lanzo a las ofertas del súper.
Y a la cama de tu sexto piso en mi ciudad,
claro.

22 may 2013

Haz el favor de venir a calmarme la sed

Me gusta cuando bajas las persianas
de tu habitación
y en plena tarde de mayo me inventas una madrugada,
sin luna llena,
sin estrellas fugaces,
pero con cielos a los que subir acariciándote los hombros.

Me gusta cuando me llamas
para decirme que estás en la ciudad
justo el día que yo pierdo la cuenta de las mañanas
que llevo sin subirme a tu ascensor.

Miento si te digo
que prefiero las vistas de tu terraza a las de tu cama.
El paraíso se concentra en esos dos ojos verdes,
sobretodo cuando me miran suplicando un mordisco en tu barba.

Me gusta dibujar con mi índice el circuito
que rodea tu boca, tus labios de animal salvaje
domado a conciencia por los míos.

Me gusta tu sofá, pero sólo cuando te sientas de lado,
mirándome,
con el codo apoyado en el respaldo,
la mano en tu mejilla,
y me dices "tenía ganas de volver".
La putada es que en mi cuerpo nunca te has ido,
y soy yo la que camina por tu calle y te llama al timbre cuando no estás.
Y, claro, tanto caminar con la mirada hacia arriba buscando tu terraza,
se me calienta el refresco
y cuando le doy un trago sólo puedo escupirlo
en tu portal.
Así que haz el favor de venir a calmarme la sed.

Me gusta acercarme a tu pecho
e intentar que nuestros corazones latan a la vez.
Pero el tuyo siempre va más lento.
Yo es que soy como la primavera: no me controlo.

Te miro, estás serio, me río.
No de ti.
Llámame rara, pero cuando estoy feliz me da por reír.
Con los ojos, con la boca, con las manos, con la piel,
con la entrepierna,
con la mía,
con la tuya.

Qué bonito eres.
Qué bonito.

Vuelve, que no nos hemos aprovechado bien
y tengo que renovar las marcas de tu barba
que ya se me han borrado de las mejillas.

18 may 2013

Mayo me desordena el escritorio


Mayo me desordena el escritorio
y me funde las bombillas
del cuarto de baño.

No podemos bajarle la mirada
a este clima desequilibrado.

Vamos a correr por las calles,
y vamos a exigirle a la primavera
que nos devuelva la sangre alterada
que es nuestra.
El polen que nos pertenece.
El amor correspondido entre la piel
y los rayos de sol.

La poesía cabe
en la luz que se refleja
en el capó de los coches
aparcados en las esquinas
de una tarde de sábado con sueño.

Ventanas abiertas por
las que se vuelan las cortinas blancas
y se cuela un calor soportable y curativo.

Camas en las que tumbarse
con las piernas estiradas,
los brazos abiertos,
ventiscas en el corazón,
mirada puesta en el ventilador desconectado del techo.

A ti te miro como se mira
al poeta abandonado por su musa
que revive en los brazos de una mujer.
Una mujer despeinada,
sin maquillaje
y con una cámara colgada al cuello;
a veces pienso que soy yo.

Entonces me besas
y nos convertimos en noche de verano.
Y en delicada paz que puede romperse
en cualquier caricia.
Pero nuestras miradas reparan cualquier desperfecto,
incluso ponen en pie
y atiborran de café
a todo corazón borracho tirado en la sala de espera
de un aeropuerto.

16 may 2013

Qué bonita te queda la resaca y el echar de menos


La lluvia vuelve, o tal
vez no se fue nunca.
Y los cristales de la ventana de la cocina
se dejan mojar las mejillas.

La mujer del tercer piso
arregla las flores de su balcón
vestida con un jersey verde.
Verla acariciar los pétalos
es volver a la normalidad.
Es como atravesar un pasillo luminoso
hacia una calma exquisita y con sabor a otoño.
Como escuchar una canción que
tarareabas hace años en la ducha
pero olvidaste entre tanto grito.

Acariciar el frío.
Acariciarte la mirada resacosa
que te delata asomado a la ventana
fumando el primer cigarrillo del día en
ropa interior y sin afeitar.

Qué bonito estás sin afeitar.

Qué bonita te queda la resaca
y el echar de menos.

Y yo me recojo el pelo
y te espero apoyada en la barra del mismo bar
donde me escribiste
el estribillo de tu canción favorita
en la servilleta más arrugada y
preciosa del mundo.

Aquí sigo sin pestañear
mirando la puerta
sabiendo que entrarás y pedirás lo de siempre
al camarero.
Pero lo de siempre soy yo
dándote los buenos días
y exigiéndote las buenas noches.

Volverás y te arrodillarás
para hacerme una propuesta que
aceptaré con los ojos cerrados
y las carreteras preparadas:
sí, quiero huir contigo.
Huir en ti.
A cualquier lugar donde el monte
nos rompa el calendario
y el mar nos apunte con las olas
directamente al corazón.

La edad, el tiempo, no existen,
nosotros sí.

13 may 2013

Por suerte aún nos quedan canciones. Y gargantas.

Te miro escribir y tengo la seguridad
de que la gente exagera con las maravillas
del mundo;
si te vieran sujetando un boli
se morirían de belleza.

Desde el balcón escucho a la primavera
quejarse
de que el frío
ya no le desata el delantal mientras cocina para nosotros.
El calor y mayo serán sus amantes fieles
hasta nuevo aviso.
No está mal.
Ni bien.

Yo voy a seguir sentándome entre las baldosas
rotas
para escribirte lo mucho que se parece
la soledad
a cualquier parque detrás de un colegio
5 minutos antes de que suene el timbre.

Por suerte aún nos quedan canciones.
Y gargantas.
Y todos los besos que escondimos
bajo el felpudo,
al lado de la copia de llaves
que el amor siempre olvida utilizar
cuando llama a nuestra puerta.

En el bolso llevo arrugados los papeles
que perdimos
en la última discusión,
y los orgasmos de las reconciliaciones
que se empeñaron en abordarnos de madrugada.

Cada vez estás más guapo.
No es un piropo.
Me muero de miedo,
y de ganas por verte bajar del próximo tren.

10 may 2013

Tranquila, la culpa es de mayo

Tranquila,
la culpa es de mayo.

Son noches mágicas.
Noches de poesía colándose
por el balcón.

Huele a primavera moribunda
y a verano impaciente por sudarnos.

Edificios sobre los que bailan las nubes errantes
con el mapa en la mano.
Ventanas con luces encendidas
y televisiones escupiendo películas porno
o anuncios de teletienda a un sofá vacío de sueños.

Y de sueño.

Calles llenas de una soledad preciosa
y precisa
con la que me iría a la cama
el último día de mayo.

Horizontal y bella;
vestida con bragas negras, y bella;
escupiéndole a los miedos, y bella;
tan bella que dan ganas de fotografiarla
hasta que el jazmín se ahogue en celos.

Me visto,
y me desvisto,
con la brisa fresca que muerde mis labios
desde la ventana.
Fresca porque me mata el calor.
Fresca porque se desnuda delante de la primera mirada masculina que le dice
"esta noche reinamos tú y yo, bonita".
Y ese 'yo' siempre es el mismo hippie dulce con barba
que me hace escribir cada vez que en esta almohada
sólo pestañean dos ojos.

A mi cuerpo le falta munición,
batería,
pilas.
Y yo sólo me recargo a orgasmos.

Y a viajes.

Aunque nadie sepa exactamente
cuál es la diferencia entre esas dos maravillas.

2 may 2013

El único cenicero donde la ceniza quedaba preciosa


Cuando tengas la certeza de
que me quieres
tanto
o más
de lo que te quieres a ti,
huirás sin dejarme una nota,
una despedida,
una fotografía en la nevera.

Arrancarás el coche
y el punto muerto
te hará recordar que estás dejando
marchitar al amor de tu vida.
Arrancarás el coche
y el corazón de mi pecho.
Matando todas las sílabas
y tildes.

Cuando llegues al octavo
pueblo te darás cuenta
de que has roto el único cenicero
donde la ceniza quedaba preciosa.
Donde los cigarrillos se recogían
el pelo y se ponían sus mejores
vestidos
para morir en tu boca.
Cigarrillos y mujer son lo mismo en este poema.
Eres adicto a ambas cosas.
Y al final siempre terminas pagando.

Te enseñé a mirar al sol
y has terminado quedándote ciego.
Y perdiendo la vista y la razón
a base de jazz y whisky
en todos los bares de carretera
con luces de neón parpadeando "musas, putas y cerveza".

Y yo me reiré de ti y de tus historias
de viajes
cuando vuelvas con la cámara al cuello
y los bolígrafos colgando de los bolsillos rotos
para decirme que de todos los orgasmos que
has escuchado
el mío es el mejor rock
que te has llevado a los oídos.

Te cerraré la puerta tirando
tus maletas por el hueco de la escalera
mientras sonrío y me muerdo los labios
encantada de saber perfectamente que no vas a encontrar
gemidos tan maravillosos como los míos
en tu puta vida.
Ni en tu puta muerte.